martes, 23 de octubre de 2012

aguaderos, grullas y el guarda Román


Otoño e invierno de 1988-89
Comarca de Talavera (Toledo)


Picogordo en el aguadero de la Fuente de la Garrapata

Escondite en la finca La Orbiga, cerca de Talavera

Por aquellos años, el trío Foto-Ardeidas nos empezamos a especializar en la fotografía de pájaros en los aguaderos, rincones situados en lugares estratégicos donde las aves acudían muy a menudo a beber y/o bañarse. Generalmente se trataban de pequeños arroyos, regatos y fuentes, puntos de agua mas o menos aislados en su entorno natural y por tanto, muy querenciosos para ellas. La época ideal empezaba en otoño, cuando fringílidos, currucas, mosquiteros, herrerillos... se mostraban ya con plumajes flamantes, después de la muda del final del estío.
            Antes de instalar el escondite en el aguadero (el típico hide artesanal y casero, de tela, forrado con vegetación natural),  éste era sometido a un exhaustivo protocolo. Contando con el permiso de la propiedad, se realizaba la obligada indagación  para ver qué especies de aves acudían, las cagaditas de los pájaros esparcidas por orilla y  cantorrera era la mejor señal de que allí había fotos.
Verdecillos
            Para que la fauna se acostumbrase, el escondite permanecía varios días en el lugar antes de ser utilizado. Y el mismo día de la sesión fotográfica era fundamental poner en práctica un viejo truco aprendido de los “pajareros” (no fotógrafos precisamente) para obligar a las aves a ir a una zona determinada, justo delante del escondite, vamos, que no tuvieran más remedio que beber y/o asearse delante de nuestras narices. Consistía en tapar meticulosamente con vegetación cortada del entorno toda superficie de agua y orilla (sobre todo con cagaditas) que quedara fuera del foco de la cámara. Así conseguíamos una efectividad cercana al 100%. Además, dábamos rienda suelta a nuestra imaginación, a nuestro espíritu de artistas, adornando el escenario con frutos y bayas de vivos colores,  con ramitas y piedrecitas para que se posaran... el arte de la fotografía. ¡Ah!, y si había sombra, con dos flashes laterales, a veces camuflados fuera del escondite, se conseguía rayar la perfección con la iluminación, aunque los resultados no los viésemos varios días después (os recuerdo que en 1989 todavía no estaba la foto digital).

Hide en la fuente de la Garrapata con dos flashes
exteriores camuflados.
            Fue en uno de estos aguaderos donde conocimos a Román, el guarda. Se situaba el aguadero en una finca por entonces propiedad del famoso y mediático Jesús Gil y Gil (que ya descasó en paz, si es que pudo), junto a la toledana Vía Verde de La Jara, en un paraje de parásito nombre: “fuente de la Garrapata. Recuerdo a Román como un hombre rudo, moreno, campestre... y muy borde. A finales de los 80 ya era mayor, o por lo menos así me lo parecía porque por lo visto, en 2012, me han dicho que aún sigue en activo aunque debe estar a punto de jubilarse. Aquel encuentro o, mejor dicho, encontronazo, fue inolvidable y doy fe que todo los que aquí se relata es verdad. Por cierto, es una lástima que no conserve fotos de nuestro peculiar protagonista.
            Estábamos tan ricamente fotografiando a los pájaros cuando unos pasos se detuvieron en la entrada del hide e inmediatamente asomamos las cabezas (mi hermano y yo) tras la bajada de cremallera para identificar al fisgón. Román se dio un  susto de muerte, pero disimuló: ¿que hacen ustedes aquí?  De inmediato procedió a hacer un nervioso reconocimiento exterior alrededor del escondite  para descubrir artilugios tan sospechosos y de dudosa función como flashes y objetivos. Aquello debió ser superior para sus entendederas: ¡salgan inmediatamente,  aquí fuera¡ Como era autoridad de la Junta de Comunidades, obedecimos. Somos fotógrafos y ornitólogos, estamos haciendo fotos a las aves..., nos justificamos. Lo de fotógrafos debió entenderlo, pero lo de “ornitólogos”... Román se asomó (observándonos de reojo) al interior del escondite para descubrir dos magnas  mochilas (estos son terroristas, debió pensar) y nos invitó a que abriéramos las mismas (estuvo a punto de cachearnos). Era autoridad, pero aquello era demasiado. Lo siguiente fue una acalorada discusión con alguna palabra subida de tono reprobando su actitud, sin duda, fuera de lugar. Al final la sangre no llegó al río y le enseñamos lo que tenían las mochilas: objetivos, cables, pilas, flashes... en fin, lo que tiene la mochila de un fotógrafo de naturaleza. Incluso le mostramos los permisos expedidos por la administración que nos permitía ejercer esa actividad. Ya todos más calmados le explicamos al detalle nuestra labor en aquel secreto lugar. Román se quedó tranquilo, se fue y nosotros nos quedamos con cara de incredulidad, y con una jornada fotográfica al garete.
            No esperamos ni un día para contactar con  técnicos conocidos de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha para contarles nuestra experiencia con semejante funcionario. No os preocupéis, es un buen guarda, aunque con algo de carácter y muy desconfiado. Ya hablaremos con él... nos tranquilizaron.   
            Sí que debieron de hablar con él, y debieron ponerle algo firme porque hubo otros encuentros con Román donde reinó la confianza y el buen rollo, lo que no evitó que nos jodiera otra jornada fotográfica. Vean.

Herrerillo Común
Papamoscas Cerrojillo

            Fue al año siguiente, en el embalse de Navalcán, marco ideal para fotografiar a las grullas. Navalcán es un importante dormidero y zona de campeo para la invernada de estas aves, rodeado de maravillosos encinares adehesados. Esta vez el escondite era de planchas de cañizo, cubierto de vegetación, un camuflaje perfecto. Era una gélida mañana de diciembre. Dentro del hide acabábamos de tomarnos un café calentito y, por fortuna, aquello empezaba a llenarse de grullas, muy cerca, con el 500 empezamos a fusilarlas, el día prometía... hasta que el ruido de un Land Rover que se iba acercando peligrosamente nos hizo saltar: ¡¡Cagon la leche!! ¿Quién viene ahora? Mientras, las grullas huían despavoridas, espantadas: ¡¡A tomar por culo...!! Era Román, el guarda Román. Nuestra pesadilla, el azote de los fotógrafos. Se bajó del coche oficial, a tres metros del escondite, el cielo lleno de grullas que se alejaban y nosotros asomados con cara de incredulidad, nos reconoció y nos dijo: ¡Joder, otra vez vosotros! ¿Qué hacéis aquí, molestando a las grullas?

Escondite para grullas en el embalse de Navalcán

Grullas en Navalcán, una, bañándose, antes de
la llegada de Román
Grullas adulta y joven cuando detectaron
en Land Rover






2 comentarios:

  1. El Roman debia ser como el tio la vara,jajaja.Un abrazo

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  2. Bueno Miguel, vaya tela. Magníficos recuerdos. Nuestro amigo Román, vaya personaje, yo creo que nos llegó a tener manía persecutoria, allí donde íbamos lo encontrábamos. Sí señor, como "niquelábamos" los hides, aunque fueran aguaderos y pajarillos, nos daba igual. Vaya fotos bonitas que hicimos en el de la Fuente de la Garrapata. La de las grullas en Navalcán aún lo conservamos. la crónica escrita es muy buena y las fotos también. Enhorabuena.

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