sábado, 3 de diciembre de 2011

el paraíso de Azután y una portada en Quercus

Primaveras de 1987 y 1988.
Embalse de Azután, río Tajo.


Garza imperial en el nido de la sauceda, en 1988

Carraca, junto al nido de las imperiales. Mismo año.

En 1988, el río Tajo en el embalse de Azután se convirtió definitivamente en nuestro paraíso fotográfico particular.
Jose, Fernando, Vicente, yo... siempre autodidactas, poco a poco nos íbamos curtiendo como fotógrafos naturalistas y, sin duda, ésta fue nuestra mejor escuela, entre carrizos y espadañas, entre álamos, sauces y tarays. Aves como garzas, patos, carracas y pajarillos ribereños fueron los protagonistas: eran el objetivo de nuestros objetivos.
Muchas tardes primaverales, después de currar y a pesar de las quejas de nuestras respectivas (Conchi, Victoria, Paloma) las dedicábamos a nuestra insaciable afición, la búsqueda de nidos donde situar los escondites, en el suelo o en altura, a la imperial o al moscón, preparados para intensas jornadas fotográficas, los fines de semana estaban echados. Y no puedo dejar de citar a los irrepetibles “madrileños” Pablo, Margalet y Paco y a otros muchos socios de ARDEIDAS que disfrutaron con nosotros en éstas y otras aventuras “azutaneras” de finales de los 80.


El "hide" de las garzas
José Luis Margalet y yo en 1988



















En este contexto fructífero de producción fotográfica, empezaba a archivar cientos de diapositivas que no tardaría mucho en mover por revistas españolas. Una de mis fotos más históricas se realizó precisamente en este año, fue un primer plano de la cabeza de un martinete en su nido, en un tarayal increíble y escandaloso, entre cientos de nidos de garzas, fue portada (mi primera portada) de la prestigiosa revista Quercus, en el cuaderno 51 de mayo de 1990 (hoy sigue publicándose, cumple 30 años).


El escondite del martinete

El martinete protagonista en su nido

Mi portada del Quercus nº 51, mayo 1990

Pegatina de la Asociación Ardeidas


¡Que casualidad!, la cabeza de esta rara y hermosa garza era también el emblema de nuestra asociación.  

jueves, 10 de noviembre de 2011

la desventura de las cigüeñas de Azután

 Junio de 1987
Embalse de Azután, río Tajo.

El embalse de Azután se convirtió rápidamente en el paraíso particular para algunos socios de ARDEIDAS que empezábamos a descubrir en serio la fotografía de naturaleza. Invitaba la belleza de sus paisajes dominados por el agua y los bosques ribereños, baluarte de numerosas especies de aves.
La cigüeña llega al nido para cebar con un gran pez
            Uno de los primeros nidos que decidimos fotografiar fue de cigüeña blanca, instalado en un árbol seco y ahogado, rodeado de agua. Nido que tuvo, por desgracia, un final trágico.
"Todo terreno" y zodiac, para movernos por Azután
            En la misma orilla de una isla se instaló el “hide”, al que teníamos que acceder en zodiac, a una distancia ideal para inmortalizar a las zancudas con el 300 mm, el 500 “catadióptrico” de Tamron y la insuperable película Kodachrome 64 . Fueron varias las sesiones que dedicamos a esta bella especie, algunas jornadas a día completo para también conseguir contraluces de atardecer, pero en realidad resultaron ser unas cigüeñas muy esquivas y desconfiadas pues más de un día abandonamos el escondite sin conseguir ni una toma ya que a la mínima sospecha de nuestra presencia se negaban a visitar su nido para atender a la prole.



Jose dentro del "hide"
El nido al atardecer



 
           














Un nuevo sábado llegamos al escondite, tras una tormenta de agua y viento que aconteció la noche anterior, con consecuencias nefastas. El árbol y el nido había desaparecido, derrumbados por el viento, yacían en el agua y lo peor de todo: uno de los pollos de cigüeñas permanecía junto a su nido, desolado y solitario, sin noticias de sus dos hermanos. Tras capturarle y comprobar que no tenía ninguna herida, decidimos dejarle por el entorno, donde pudiera “buscarse la vida” por sí solo pues se trataba de un pollo grande, a quien le faltaban pocos días para volar.

Vista desde dentro del escondite
Nido y árbol caídos tras la tormenta, al fondo, el escondite
"Teje" con el polluelo abandonado
El autor con el polluelo abandonado
(hace 24 años) 



















           
Desconocimos el destino de las cigüeñas que vimos crecer desde polluelos y que tanto nos hicieron disfrutar unos días y cabrearnos otros, recuerdo que fueron unas inolvidables jornadas fotográficas que tuvieron final infeliz.
              

lunes, 17 de octubre de 2011

mis fotos en el extranjero

Mayo de 1987
Llanos de Oropesa. La Corchuela (Toledo)

La zona era privilegiada para la observación de aves, llanuras rodeadas de magníficos encinares. Pero había un elemento que no cuadraba en el paraíso. Por entonces, en nuestra España proliferaban los basureros incontrolados rompiendo la estética del paisaje, lugares feos, insalubres, pero, por otro lado, llenos de “bichos”. Muchas aves acudían diariamente para alimentarse de los desperdicios humanos. ¿Por qué no podría ser un lugar idóneo para practicar la fotografía de vida salvaje?

En el escondite

Me decidí en la primavera de 1987. No era un lugar agradable, tuve que soportar los malos olores durante unas seis horas, pero resultaba novedoso y singular  practicar la fotografía de naturaleza en un lugar así, lejos de hermosos paisajes. El escondite, desde luego no desentonaba entre tanto desperdicio. Y allí lo instalé  desde el amanecer hasta el mediodía.


La cigüeña posa entre la basura


La especie protagonista de la peculiar y maloliente espera fue la cigüeña blanca, muy habitual en este “hábitat” para buscar alimento. Por estos años la popular especie,  común en pueblos y ciudades, empezaba a recuperarse de un periodo crítico donde sus poblaciones descendieron alarmantemente. Una cigüeña solitaria acabó a escasos metros del “hide” y conseguí buenos planos, y de una calidad insuperable gracias a la gran película Kodachrome 64.
A las pocas semanas, me informaron de la posibilidad de participar en una publicación bianual alemana sobre fotografía de naturaleza, muy prestigiosa, de gran calidad, editada en ocho idiomas, “Naturfotografie”,  donde publicaban prestigiosos fotógrafos de todo el mundo (Guiliano Capelli, Machiel de Vos, Konrad Wothe...)  y donde existía una sección titulada “How nature photographers work” o “Cómo trabajan los fotógrafos de la naturaleza”.


Portada del libro fotográfico


Primera página de
          "Cómo trabajan los fotógrafos de la naturaleza"

Rápidamente me acordé de la foto de la cigüeña rodeada de basuras. Buscaba algo singular, algo que llamara la atención de editores y redactores, que debían fijarse en un desconocido cuyas diapositivas se mezclarían con imágenes excepcionales de verdaderos profesionales. No dudé en enviar la foto y desde donde se hizo.
Y el presentimiento fructificó. Recuerdo la gran satisfacción que experimenté cuando desde Alemania, me escribieron para comunicarme que mis imágenes habían sido seleccionadas. Allí quedó para la posteridad, en el Naturfotografíe 88-89, mis fotos de cigüeña y el escondite, rodeados de basuras. Por cierto, Talavera de la Reina quedó en un listón muy alto, pues otros dos fotógrafos talaveranos publicaron sus fotos en el mismo libro: Francisco Márquez (murciélagos) y Severiano Resino (grullas); fuimos los únicos españoles, rodeados de alemanes, ingleses, italianos, finlandeses, turcos... cosa verdaderamente insólita.
Respecto a mis fotos, ahora pienso en la sucia imagen de mi país que  debieron llevarse los editores alemanes, con la cigüeña entre las basuras...

domingo, 25 de septiembre de 2011

el águila culebrera de Postoloboso

 Julio de 1985
Entorno del embalse de Rosarito (Ávila).

Como consecuencia de la crónica anterior, José Luis González Grande nos invitó a fotografiar un nido de águila culebrera que tenía preparado en “sus dominios”. Éste se situaba en un gran pino del entorno del embalse de Rosarito (Toledo-Ávila), en la finca Postoloboso.

Yo en el hide
José Luis en el hide


















La culebrera con su polluelo
Momentos antes de la ceba
Un de los adultos cerca del nido

Los ojos de este águila son especialmente llamativos


Los recuerdos y los detalles, después de tantos años, se van perdiendo en la memoria, lo que me perdura es que supuso toda una nueva y emocionante experiencia porque, por primera vez tuve que encaramarme a más de 4 m de altura para fotografiar a las bellas rapaces dentro de un pequeño escondite soportado por una estructura metálica. Desde el amanecer y tras una larga espera, las imágenes obtenidas no fueron numerosas, pero me impactó el poder espiar desde escasos metros a estas aves increíbles, con la cabeza adornada por unos hermosos y penetrantes ojos amarillos, mostrándonos su más llamativo comportamiento cuando alimentaba a su único progenitor con una culebra que cazó y transportó en el buche y que luego regurgitó, enterita, ante nuestros atónitos ojos.   
José Luis fue un año antes coautor (junto con José Luis Rodríguez y Luis Cuaresma, a quienes conocería años más tarde) de uno de los libros inolvidables de mi juventud, “Monfragüe, Sierra Brava”, lleno de espléndidas fotografías, dibujos, y un texto magistral. Un libro que él mismo me entregó en esta sesión fotográfica de las culebreras y que conservo con orgullo, dedicado con su puño y letra.
Empezaba a gestarse el sueño de poder realizar, algún día, una publicación parecida.


domingo, 18 de septiembre de 2011

la colonia de garcillas de Las Herencias

Primavera de 1985
Embalse de Azután, río Tajo.

Las atractivas colonias de cría de garcetas comunes, martinetes y, sobre todo, garcillas bueyeras, con más de mil nidos y  ubicadas en el pueblo de Las Herencias, a orillas del Tajo, siempre fueron objeto de censos y estudios por parte de miembros de la Asociación Ardeidas. Quizá por esta fascinación hacia las garzas, que pertenecían a la familia de las “Ardeidas”, fue fácil encontrar un nombre para la incipiente asociación ornitológica, pionera en Talavera y en Castilla-La Mancha, creada 7 años atrás y hasta hoy en plena actividad.

Entorno de las colonias de cría, río Tajo
            En 1985 llegó la hora de realizar un reportaje fotográfico sobre tan magníficas especies; hacía poco que Fernando Cámara, mi hermano José Luis y yo, animados por la afición a la naturaleza y a la fotografía, comenzábamos a gestar lo que algunos años más tarde sería la agencia fotográfica Foto-Ardeidas. En esta época, Vicente G. Canseco fue otro “pajarero” que andaba con nosotros, pero más tarde tomaríamos caminos semejantes pero separados.
El recuerdo de esta pequeña aventura con las garcillas, hace ya más de 25 años, fue el inicio de una fructífera amistad con un “números uno” de los fotógrafos de naturaleza españoles, José Luis González Grande. Fernando tuvo la suerte de contactar con José Luis en Candeleda, su pueblo natal al que acudía con frecuencia desde Madrid para desarrollar buena parte de su trabajo profesional con la vida salvaje en la cercana Sierra de Gredos y el Valle del Tiétar. Tras algunas visitas a Candeleda, pronto se forjó una buena amistad y la invitación a que conociera nuestras colonias de garzas de Las Herencias, donde seguro podría conseguir buenas y numerosas imágenes. Nosotros, aún, carecíamos de infraestructuras necesarias para abordar un reportaje fotográfico sobre animales salvajes, pero José Luís, como profesional que era, disponía de escondite, torre metálica, zodiac... (alguno de nosotros realizó las fotografías con un teleobjetivo prestado).


Preparando la aventura. De izda. a dcha.: Jesús, 
primo de G.Grande (de espaldas), Jóse Luís  G. Grande,
 Fernando, José Luis y Vicente. El autor hizo la foto.

Fernando junto al "hide"

El evento no se hizo esperar, en esa misma primavera de 1985 abordamos la aventura en la que intervinieron amigos comunes (ver foto adjunta). El traslado en barca de estructuras metálicas, tablas, escondite de tela y el delicado material fotográfico y óptico hasta llegar a la isla donde se ubicaban las colonias fue una experiencia tan “de película” que sería el inicio de una actividad que nos llenaría de satisfacciones y a la que dedicaríamos, en equipo, la casi totalidad de nuestro tiempo libre.
            Una vez dentro de la colonia, entre el bullicio anárquico de miles de aves sobrevolando nuestra cabezas y los desagradables bombardeos de alimentos semidigeridos que los polluelos de garzas nos lanzaban desde las ramas por considerarnos intrusos, conseguimos instalar el escondite en el lugar elegido. Desde su interior, una vez ocultos, todo volvía a una tensa calma y por las ventanas descubrimos comportamientos asombrosos, cebas y disputas en los numerosos nidos que teníamos a pocos metros.




Algunas fotos que se realizaron de garcilla bueyera 

Las fotografías  por nuestra parte, no fueron muy abundantes y la calidad conseguida fue la normal en unos fotógrafos novatos en  aves salvajes. Nuestro invitado profesional, sí sacó buenos resultados.
Las largas horas pasadas en el “hide” repartidas en varios días, fueron inolvidables. Como inolvidable fue la celebración una vez finalizada la aventura fotográfica, pues José Luis González Grande se comprometió a llevarnos a hacer fotos a “su territorio”. Recuerdo unas buenas bandejas de conejo al ajillo y pollo asado, cañas y vinitos, especialidades del kiosko de Miliki, en La Presilla, junto al Puente Romano de nuestro río Tajo.  


miércoles, 7 de septiembre de 2011

los abejarucos de La Orbiga

Julio de 1983
Finca La Orbiga, Talavera de la Reina.

El río Tajo desde las barrancas de La Orbiga
Fuimos unos privilegiados en esta finca talaverana, junto al río Tajo, con sus barrancas y sotos fluviales, llanuras de secano y bravío  monte mediterráneo. Teníamos el beneplácito de los dueños para andar por La Orbiga con  libertad. Allí, los socios de Ardeidas, empezamos a salir en serio al campo, a estudiar una inolvidable colonia de milanos negros, a disfrutar de sus paisajes montaraces... ¡cuánto aprendimos escuchando al señor Miguel, el guarda, junto a la chimenea de su casa!
            En el verano de 1983 se planteó el reto de fotografiar abejarucos, hermosas aves que cada primavera vienen desde África, animados por la reciente amistad con Pedro Estévez, un peluquero enamorado de la fotografía y la naturaleza, Vicente Machuca, mi hermano y yo completamos el equipo naturalista.


            El escondite, de auténtica lona de camuflaje, era de Pedro y se instaló junto a la pequeña colonia de abejarucos situada en los cortados arenosos que se originaron al crear una lagunilla, también frecuentada por chorlitejos y andarríos, en los terrenos llanos de la finca. Se consiguieron instantáneas de las aves multicolores posadas en las terreras y algunas secuencias (mejorables) en vuelo, cuando entraban o salían del nido.

Abejaruco saliendo del nido

Abejaruco entrando al nido
            Pero la cosa no quedó ahí, imitando los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente, pretendíamos sumergirnos en la más absoluta intimidad de los abejarucos y para ello excavamos en la tierra hasta dar con el interior de uno de los túneles horadados en la tierra por estas aves, que terminaban en la cámara de nidificación. El experimento fue complicado, laborioso y al final no resultó; tras una sesión fotográfica tuvo que restaurarse el cortado arenoso para que la crianza de los pollos, ya grandecitos, siguiera su curso normal. En esta sesión, uno de los adultos se salió del túnel para caerse a los pies de los fotógrafos. Este pequeño accidente tuvo su recompensa porque momentos antes de darle la libertad fotografié su cabeza multicolor con sus bellísimos ojos rojos, fotografía que seleccioné dos años más tarde para participar por primera vez en un concurso fotográfico, el prestigioso concurso Fotonatura de la revista Natura, por entonces toda una referencia para el mundo naturalista español.
            Cual fue mi sorpresa cuando en el nº 28 de la revista, correspondiente al mes de julio de 1985 apareció mi “Cabeza multicolor” publicada (cámara Ricoh, objetivo de 50 mm y película Kodachrome 64) junto a otra foto de Pedro que también fue seleccionada.


"Cabeza multicolor"


Leyendo el Natura nº 28

Mi foto en el Fotonatura de julio 1985

domingo, 21 de agosto de 2011

el primer "hide"

Octubre de 1982
Embalse de La Portiña. Talavera de la Reina.


El autor en el año 1982


Recupero la memoria del acontecimiento gracias a una fotografía del escondite que encuentro olvidada en el archivo de “diapos”, unas de las primeras que fueron etiquetadas.

           El primer escondite que utilicé fue artesanal, confeccionado con varias telas de saco cosidas a mano magistralmente (obra de mi cuñada Conchi), se cerraba con imperdibles y se practicaron varios cortes para sacar objetivos y poder  espiar el entorno; cuatro varas de hierro con sus cuatro vientos hicieron mantenerse en pie al basto ingenio de algo más de 1 m2.

El escondite, el "hide"
            
              El lugar elegido para esta primera espera fotográfica fue el embalse de La Portiña (5 hm3, 90 has), cercano a  Talavera y lugar ideal para ver aves acuáticas, transcurría una hermosa mañana otoñal de 1982. Hoy el embalse es utilizado como reserva de agua potable para varios municipios, entonces se destinaba directamente para abastecer a la gran ciudad y su oscilante nivel dependía de la demanda y las precipitaciones, de hecho, el escondite se ubicó en una gran península de arena que entonces se formó  en el centro del embalse.
            Alguien me aconsejó que utilizara algún cebo para atraer a las aves y se me ocurrió conseguir despojos de pescadería. Y el invento funcionó porque una gaviota reidora se acercó a la comida fácil. Para inmortalizar la primera ave salvaje que fotografié, utilicé un objetivo Erno 100-300 mm, película Ektachrome y una cámara Ricoh que compré de 2ª mano a un amigo aficionado a las fotos.

El primer ave que fotografié desde 
un "hide" fue esta Gaviota Reidora 
La gaviota picotea el cebo

 La sesión fue modestamente fructífera, pero tan emocionante y seductora que me enganché; las sesiones de “hides” se repetirían muchas veces más con el paso de los años.