Primavera de 1988
Poyales del Hoyo (Ávila)
Esta aventura fue de récord. Récord ibérico de altura a la
que se ha situado un escondite para fotografiar un ave (si algún fotógrafo
piensa lo contrario, que me lo cuente, por favor).
Ocurrió
en pleno valle del Tiétar hace más
de 24 años, en la época de la diapositiva, de aquellos maravillosos
kodachromes y fujichromes, de aquellas emocionantes e impacientes esperas de
una semana hasta que llegaban los carretes revelados a la tienda de fotos...
Una
vez más nuestro amigo José Luis González Grande nos invitó a uno de sus nidos,
esta vez ¡¡a más de 15 m de altura!!
![]() |
La torre fotográfica protagonista |
Conversación
telefónica aproximada (a través del fijo, los móviles aún no habían irrumpido):
“Tengo un nido de Halcón Abejero en un
roble, a unos 15 metros
de altura” “Pero ¿cómo vamos a llegar
hasta él, José Luís?” “...pues
levantando una torre de 16
metros ...”. Nos convenció sin mucho esfuerzo, el Halcón Abejero (hoy Abejero Europeo)
era una especie rara, poco fotografiada, toda una emoción. Sólo quedaba esperar
a que nacieran los polluelos para ponernos manos a la obra.
El trabajo de
trasladar cientos de kilos de andamios
de hierro campo a través hasta la
base del árbol, corrió a cargo de un buen
número de colaboradores-fotográfos, a saber: los dos José Luises, los dos
Jesuses, Fernando, Vicente, Fidalgo y yo. Tras toda una tarde de muchos esfuerzos, de sube, pasa y ancla
andamios con peligro de accidente chungo, la torre quedó instalada y bien fijada
con numerosos vientos. Arriba, casi cerca de las nubes, nos esperaba una base
de madera con una lona para escondernos y algo más de un metro cuadrado para
sillas, bolsas, trípodes, cámaras y dos personas... ¡¡pero éramos jóvenes y
apasionados!!
Fotografié a la extraña rapaz, cuya alimentación se
basa en panales de avispas y abejorros, durante una jornada completa. Con un comportamiento
ejemplar, la hembra entró a cebar varias veces a su único polluelo; el macho,
mucho más recatado y diferenciable de su compañera por la cabeza ligeramente
azulada, sólo vino una vez.
La jornada fue
inolvidable por tres razones: por el
privilegio de espiar y fotografiar a
tan exclusiva especie, por la emocionante vista desde el techo del robledal y por el acojone
que supuso estar encaramado allí arriba cuando la más tímida brisa soplaba
tambaleando ligeramente el conjunto y obligándome a aferrarme a las patas del
trípode sin saber muy bien por qué. Una vez en tierra firme, me sentí como el
Rambo porque no sentía las piernas y sopesando la balanza de lo bueno y lo malo,
decidí que ya tenía bastantes fotos del abejero, que no hacía falta repetir.
Las anécdotas no podían faltar. En mi caso,
mi compañero (no delato quién, pero su apellido no hizo honor a su oficio) me
dejó solo ante el peligro cuando a
los 8 metros
de “escalada” por el andamiaje le entró el “canguis” y decidió que no le
importaría observar el nido desde mucha más distancia, pero desde suelo firme.
Lo de mi
hermano y Vicente fue peor cuando,
en plena faena fotográfica, el cabrero
de la zona, ante tan extraño elemento constructivo (15 metros de andamios y
una casa de lona encima, en medio del bosque) no tuvo mejor idea que dar una
voz y comenzar a menear la estructura
para ver si allí arriba había alguien... y claro que había alguien: dos fotógrafos acojonados, que se
balanceaban en el aire como una pluma, emitiendo improperios malsonantes para
hacer desistir al pastor de su peligrosa actitud y tener éste que marcharse,
asustado, ante las amenazas que llovían del cielo. Yo, desde luego, entendí el
comportamiento de los fotógrafos.
Este hermoso robledal está hoy fracturado por la flamante carretera que une las poblaciones de Ramacastañas y Candeleda. Cuando paso por ella no puedo dejar de acordarme de los acojonamientos fotográficos que pasamos
con el Halcón Abejero.
(Texto realizado con aportaciones
de José Luis de la Cruz
y Fernando Cámara. Gracias, compañeros).
![]() |
Hembra y polluelo en el nido |
![]() |
Polluelo con un panal de avispas |
![]() |
Otra imagen de la hembra y su retoño |
![]() |
El macho en su fugaz visita al nido |
Hola Migue, pues mereció la pena el acojonamiento. Muy guapa la serie. A ver si arreglamos para vernos, que con esto del crío no tuvimos ni un fin de semana libre.
ResponderEliminarun abrazo
Hola David ¡cuanto tiempo! Eso, a ver si nos vemos. recuerdos de Paloma, Claudia y Alex para tí y Araceli, y un besote grande para Jacobo. Mándanos algunas fotos de él (pero no le pongas una camiseta del Barsa, por favor...).
EliminarMiguel: muy buena narración la del acojonamiento fotográfico. El colega al que te refieres en el texto, el del apellido que no hace honor a su oficio soy yo, lo confieso. Todo lo que cuentas es verídico, tal cual ocurrió. Yo como sabes, al final no lo fotografié, pero también disfruté de la experiencia, del complejo montaje de la torre. josé Luís y Fidalgo se la jugaron a casi 15 m. de altura y sin red. Al final, preciosas las fotos del abejero y buena aventura.
ResponderEliminarUn saludo.
Bueno, yo no quería descubrir al personaje... Tendríamos que escribir un libro antes de que se nos olviden las anécdotas de tantos años detrás de la cámara para captar a los protagonistas de pelo y pluma.
EliminarMagnificas fotos,lo que hace la edad.Saludos
ResponderEliminarHola Isi. Es verdad, hoy no haría la locura, pero la verdad es que era una estructura bastante segura, montada por profesionales, pero más seguro dicen que son los aviones y a veces...
EliminarCuando pasen estos calores preparamos una sesión de hide.
Saludos.