martes, 17 de julio de 2012

acojonamientos fotográficos con el halcón abejero



Primavera de 1988
Poyales del Hoyo (Ávila)

Esta aventura fue de récord. Récord ibérico de altura a la que se ha situado un escondite para fotografiar un ave (si algún fotógrafo piensa lo contrario, que me lo cuente, por favor).
            Ocurrió en pleno valle del Tiétar hace más de 24 años, en la época de la diapositiva, de aquellos maravillosos kodachromes y fujichromes, de aquellas emocionantes e impacientes esperas de una semana hasta que llegaban los carretes revelados a la tienda de fotos...
            Una vez más nuestro amigo José Luis González Grande nos invitó a uno de sus nidos, esta vez ¡¡a más de 15 m de altura!!  
La torre fotográfica protagonista
Conversación telefónica aproximada (a través del fijo, los móviles aún no habían irrumpido): “Tengo un nido de Halcón Abejero en un roble, a unos 15 metros de altura” “Pero ¿cómo vamos a llegar hasta él, José Luís?”  “...pues levantando una torre de 16 metros...”. Nos convenció sin mucho esfuerzo, el Halcón Abejero (hoy Abejero Europeo) era una especie rara, poco fotografiada, toda una emoción. Sólo quedaba esperar a que nacieran los polluelos para ponernos manos a la obra.
El trabajo de trasladar cientos de kilos de andamios de hierro campo a través hasta la base del árbol, corrió a cargo de un buen número de colaboradores-fotográfos, a saber: los dos José Luises, los dos Jesuses, Fernando, Vicente, Fidalgo y yo. Tras toda una tarde de muchos esfuerzos, de sube, pasa y ancla andamios con peligro de accidente chungo, la torre quedó instalada y bien fijada con numerosos vientos. Arriba, casi cerca de las nubes, nos esperaba una base de madera con una lona para escondernos y algo más de un metro cuadrado para sillas, bolsas, trípodes, cámaras y dos personas... ¡¡pero éramos jóvenes y apasionados!!
Fotografié a la extraña rapaz, cuya alimentación se basa en panales de avispas y abejorros, durante una jornada completa. Con un comportamiento ejemplar, la hembra entró a cebar varias veces a su único polluelo; el macho, mucho más recatado y diferenciable de su compañera por la cabeza ligeramente azulada, sólo vino una vez.
La jornada fue inolvidable por tres razones: por el privilegio de espiar y fotografiar a tan exclusiva especie, por la emocionante vista desde el techo del robledal y por el acojone que supuso estar encaramado allí arriba cuando la más tímida brisa soplaba tambaleando ligeramente el conjunto y obligándome a aferrarme a las patas del trípode sin saber muy bien por qué. Una vez en tierra firme, me sentí como el Rambo porque no sentía las piernas y sopesando la balanza de lo bueno y lo malo, decidí que ya tenía bastantes fotos del abejero, que no hacía falta repetir.
Las anécdotas no podían faltar. En mi caso, mi compañero (no delato quién, pero su apellido no hizo honor a su oficio) me dejó solo ante el peligro cuando a los 8 metros de “escalada” por el andamiaje le entró el “canguis” y decidió que no le importaría observar el nido desde mucha más distancia, pero desde suelo firme.
Lo de mi hermano y Vicente fue peor cuando, en plena faena fotográfica, el cabrero de la zona, ante tan extraño elemento constructivo (15 metros de andamios y una casa de lona encima, en medio del bosque) no tuvo mejor idea que dar una voz y comenzar a menear la estructura para ver si allí arriba había alguien... y claro que había alguien: dos fotógrafos acojonados, que se balanceaban en el aire como una pluma, emitiendo improperios malsonantes para hacer desistir al pastor de su peligrosa actitud y tener éste que marcharse, asustado, ante las amenazas que llovían del cielo. Yo, desde luego, entendí el comportamiento de los fotógrafos.   
Este hermoso  robledal  está hoy fracturado por la flamante carretera que une las poblaciones de Ramacastañas y Candeleda. Cuando paso por ella no puedo dejar de acordarme de los acojonamientos fotográficos que pasamos con el Halcón Abejero.

(Texto realizado con aportaciones de José Luis de la Cruz y Fernando Cámara. Gracias, compañeros).

Hembra y polluelo en el nido
Polluelo con un panal de avispas
Otra imagen de la hembra y su retoño
El macho en su fugaz visita al nido
             


6 comentarios:

  1. Hola Migue, pues mereció la pena el acojonamiento. Muy guapa la serie. A ver si arreglamos para vernos, que con esto del crío no tuvimos ni un fin de semana libre.
    un abrazo

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    1. Hola David ¡cuanto tiempo! Eso, a ver si nos vemos. recuerdos de Paloma, Claudia y Alex para tí y Araceli, y un besote grande para Jacobo. Mándanos algunas fotos de él (pero no le pongas una camiseta del Barsa, por favor...).

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  2. Miguel: muy buena narración la del acojonamiento fotográfico. El colega al que te refieres en el texto, el del apellido que no hace honor a su oficio soy yo, lo confieso. Todo lo que cuentas es verídico, tal cual ocurrió. Yo como sabes, al final no lo fotografié, pero también disfruté de la experiencia, del complejo montaje de la torre. josé Luís y Fidalgo se la jugaron a casi 15 m. de altura y sin red. Al final, preciosas las fotos del abejero y buena aventura.
    Un saludo.

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    1. Bueno, yo no quería descubrir al personaje... Tendríamos que escribir un libro antes de que se nos olviden las anécdotas de tantos años detrás de la cámara para captar a los protagonistas de pelo y pluma.

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  3. Magnificas fotos,lo que hace la edad.Saludos

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    1. Hola Isi. Es verdad, hoy no haría la locura, pero la verdad es que era una estructura bastante segura, montada por profesionales, pero más seguro dicen que son los aviones y a veces...
      Cuando pasen estos calores preparamos una sesión de hide.
      Saludos.

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